domingo, 4 de octubre de 2009

Mercado de Santo Domingo



Naranjas, calabazas, melones, ciruelas y pimientos... en el mercado de Santo Domingo había de todo, frutas y verduras, pescado, las carnes más variadas y un tropel de gente que ese sábado por la mañana se apelotonaba delante de los puestos. Mari es empleada de una frutería que atiende al día a unas 100 personas, y no le cuesta mantener una sonrisa a pesar de las horas de trabajo, los enfados y regañinas de la gente: "Si te gusta tratar con el público no te importa ser agradable, sale solo, aunque todos tengamos malos días".



El mercado de Santo Domingo es un edificio de dos plantas en forma circular. En la de arriba hay varios comercios, esta planta tiene un aspecto más lúgubre y oscuro, para mí toda la alegría aparece cuando se desciende por las escaleras en forma de caracol y aparece una estancia redonda y en el medio una gran boca de cristal que deja pasar la calurosa luz del sol.



Los establecimientos muestran entonces sus colores más vivos reclamando una clientela salerosa. Los tomates se ruborizan encarnados y las berenjenas brillan con una luz clara en contraste a su voluminoso color granate. Pero también merece la pena mirar a los ojos de los vendedores, ellos charlan animadamente con su gente, e intercambian más que hortalizas, rodaballo o un filete de ternera. Aunque no todos son igual de zalameros, allá, en el puesto del fondo de frutas una mujer mira con desdeño a la cámara mientras susurra por los bajo unas palabras a su compañero de trabajo. No hay duda de que quiere que nos vayamos. En un puesto de pescado un hombre muy amable, Andoni, me ofrece tomar instantáneas desde otro punto de vista: "Gallega, métete en el puestico", y nos ponemos a charlar un rato sobre su gremio.








A las 12 Juan nos reúne fuera, tiene bocadillos y un zumo con intención de tentempié. Yo, que todavía sigo a medias con la gastroenteritis al principio reniego pero luego no puedo resistirme a un pedazo de pan con un queso, que según nuestro profesor: "Está suavísimo". Y en lo cierto estaba, y además añado, muy sabroso.






Luego bajamos a rondar de nuevo el mercado, asistimos a una apertura de atún ofrecida cortésmente por Andoni, y tras unas bromas y unas vueltas más me voy a casa.



Fue una mañana divertida, en la que además los compañeros de la asignatura aprovechamos para intimar, conocer a aquellos con los que ni siquiera habíamos compartido unas palabras y para llevarme una buena imagen de la gente que trabaja los sábados, porque yo, con mis peleas con el despertador he aprendido a sonreír también, aunque sea bien temprano por la mañana.







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