Alguien debería decirle a todos los padres del mundo que ser joven no es nada malo. No somos insoportables ni tampoco lastimosos. No molestamos, tan sólo chillamos de vez en cuando. Vale, lo cierto es que nos encanta berrear. Y es que los jóvenes somos locos, impulsivos e incluso radicales por naturaleza. Tenemos el afán de alborotar cuando creemos que estamos ordenándolo todo y nos gusta escuchar música de esa que los mayores consideran ruido. Nos decantamos por los colores fuertes, por las tendencias de lo caótico, por la manía de un cigarrillo en mano y la palabrería en la boca. A decir verdad, nos creemos los más listos. Las extravangancias son nuestro fuerte. Y al contrario de lo que piense la gente, ser joven no está reñido con el sentido común aunque intenten imponérnoslo a todas horas: Que si razona, que si piensa las cosas antes de actuar... bla, bla,bla y todas esas ñoñerías que no paran de repetirnos. Qué manía tienen con hacernos cambiar. Ya tendremos tiempo para hacernos viejos.
Total, somos más inofensivos e inexpertos de lo que la gente se piensa...
Pero shh...no lo digas!
...podrían descubrirnos
FOTO:Eugenia en la Ciudadela, Pamplona.
REGLA DE LOS TERCIOS:
Hazme recordar, como aquel 20 de septiembre, el color de las hojas del otoño, ayúdame a imaginar cómo eran las puestas de sol de ese verano casi terminado. Y es que no me canso de volver atrás... Por aquel entonces apenas éramos unos desconocidos, dos chicos que se encontraron casi por casualidad pero que compartían la misma idea del recuerdo. Y con el paso de los meses fuimos modelando nuestro sarcasmo en el pensar. Tú a veces venías con ganas de chincharme y yo me dejaba enzarzar en tu cariño disfrazado de ironía, y entre tanto seguía pasando un tiempo largo para nosotros pero corto para soledad. Sí que es cierto que nunca coincidimos en algunos detalles pero la tolerancia nos hacía recapacitar y descubrir que había bastantes maneras de ser, si cabe el término, un poco más rebeldes. Ambos creíamos en la confianza de no enamorarnos jamás, tú eras el que se protegía a capa y espada de este pseudomal mientras yo argumentaba con falacias de sentimientos contradictorios para que nuestra teoría tuviera sentido. Pero nunca la tuvo, al menos ahora... porque la soberbia se encargó de castigarnos, y nuestra condena fue experimentar juntos lo que antes era un tormento.
FOTO:Diego y autora en un parque de El Burgo, La Coruña.
LINEAS:
-Ring...ring...ring!!!
-Hola!Este es el contestador automático de Arancha Corbal. En estos momentos no estoy en casa, así que puedes dejar tu mensaje después de oír la señal. [Piiiiiiiii....]
-Era evidente, nunca estás en casa. Siempre tan ocupada y dispuesta que nunca tienes tiempo para tí misma, sólo para los demás.
Pero lo que yo quería decirte hoy no era esto, sino felicitarte por tu cumpleaños, que poco a poco has ido creciendo y me has enseñado a madurar contigo.
Recuérdanos, tan pequeñas y la vez tú tan mayor. Porque de eso se trataba, eras mi hermana mayor y lo sigues siendo. Fuiste tú quien me enseñó a montar en bici, la que enseñó a nadar, la que comenzó a llamarme Piru. Eras tú la que en los momentos difíciles me daba la mano, la que me hacía la merienda, la que me inculcó el amor por los caballos. Era contigo con quien hacía bizcochos en las tardes aburridas. Me llevabas a cenar al dique y fui la primera en montar en coche contigo justo después de que te sacaras el carnet. Fue por tí que en la adolescencia conseguía pases gratis para entrar en el Playa Club, y fue la época también en la que comenzaste a trabajar y no parabas de comprarme ropa y me llevabas al cine y también a pasear. De vez en cuando me regañabas, sólo de vez en cuando... Y en esa misma etapa de mi vida, en mi edad puverta, te fuiste. Te marchaste a vivir fuera y yo me adueñé de tu cuarto, de tu sitio en la mesa y de tu hábito en el sillón. Me adueñé de tus pósters y de tu música y poco a poco se me contagió ese carácter que tanto solemos copiar las hermanas pequeñas a las mayores. Es verdad que hubo momentos de discusión pero a día de hoy hablamos casi todos los días y me alegro muchísimo más que nada porque antes tu tenías tu vida, pero ahora la compartimos juntas.
FOTO: Mi hermana mayor, Arancha en Berdeogas, La Coruña.
15 Razones para amar la Danza Clásica:
-Porque es lo único que me llena.
-Porque siempre tengo ganas de seguir aprendiendo.
-Porque me gusta autosuperarme.
-Porque lo llevo practicando desde mica.
-Porque nunca me cansa.
-Porque puedo transmitir lo que siento con apenas un giro.
-Porque es lo más parecido a volar.
-Porque me dejo llevar.
-Porque es un arte terriblemente difícil.
-Porque cada día descubro algo nuevo.
-Porque significa mucho para mí.
-Porque lo valoro demasiado.
-Porque me deja los pies hechos trizas.
-Porque me quita el aliento.
-Porque es Ballet.
FOTO: Clase de danza en la escuela de Almudena Lobón, Pamplona.
FIGURA Y FONDO:
Soy todas las sonrisas, las decepciones, las iluminaciones. Soy el sol de verano y las brisas del invierno, las flores aún sin llegar. Soy todas las veces que te vi llorar, todos los momentos de tranquilidad, los de impaciencia, los momentos de soberbia y seriedad.
Soy tus partituras, tus conjeturas de la vida todavía sin terminar. Soy todas las mañanas con viento fresco y muchos de los debates a grito abierto. Soy tus ideas, y las mías. Soy mi ciudad.
Soy los abrazos y las mentiras, los rumores, las delicias, los días de libros, los de ilusión...todo eso soy yo.
Soy mi familia, mis amigos... soy mucho más que todas las maneras de comportamiento. Soy mi propia personalidad modelada por el tiempo, por las tristezas y las experiencias que me configuran sin cesar. Soy todo y no soy nada. Soy lo que quiero ser y lo que he sido. Soy mis arrepentimientos, mis pensamientos y mis maneras de actuar.
Soy Ego, y aquí permanezco, porque vivo y sigo siendo.
FOTO:Arancha en Berdeogas, La Coruña.
No tengo 5 años, sino 19. Me gusta salir a pasear cuando estoy agobiada y estar sola de vez en cuando no es malo, es normal. Yo no soy calurosa, al revés, siempre tengo las manos frías y soy la que odio profundamente el marisco. Con dos copas de vino todavía no estoy borracha y no como poco, como lo que me apetece (que para muchos es bastante para lo delgada que estoy). Odio bajar la basura cuando ya estoy en pijama y correr por toda la casa para coger el teléfono cuando hay gente más cerca que yo. Los fines de semana me gusta pasarlos a mi aire y sin que nadie me despierte a las 11 de la mañana diciendo que ya es tarde. El ordenador no vicia y no tengo traumas provocados por la adolescencia. La madurez ya empieza a ser un estado habitual de mi vida cotidiana y sí, aunque parezca mentira, tomo decisiones por mi cuenta. Mis amigos no me comen la cabeza más que nada porque no soy un títere y una vez más, mamá: mis pintas siempre serán mis pintas.
FOTO: Eugenia en Yamaguchi, Pamplona.
EQUILIBRIO:
-¿Sus palabras? Siempre fueron amargas. Yo, personalmente, tuve poco trato con ella.
Posó el cigarrillo sobre el cenicero y dio dos sorbos a un café que ya estaba frío. Luego me miró, apoyado sobre la silla con cierto aire de distancia. Se apartó levemente de la mesa y volvió a girar la cabeza hacia abajo. Hizo un ademán de hablar mientras jugueteaba con el azucarillo, pero las palabras que quiso articular no obtuvieron ningún tipo de sonido. Negó con la cabeza y finalmente afirmó: -Tuve poco trato con ella, por eso le agradecí que no me dijera adiós cuando decidió marcharse para siempre.
Fue lo último que dijo. Llamó al camarero y pagó, luego me miró con esa media sonrisa dibujada en sus labios. Se puso la chaqueta y desapareció. Yo permanecí sentada unos minutos más, todavía con cara de tonta.
Él tampoco dijo adiós.
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