impulsores del cambio.
A través de sus cámaras podemos
ver, oler, oír, tocar, pensar y tal vez recapacitar”
Andy Steel
1.- Concepción y nacimiento del Fotoperiodismo
Con la invención de la imprenta, nació una nueva forma de narrar las noticias. Los hechos se contaban a través de escritos que iban acompañados de ilustraciones o daguerrotipos. Con la Guerra de Crimea, entre los años 1853 y 1856, la prensa incluyó grabados para mostrar visualmente la situación en conflicto. No fue, sin embargo, hasta el 4 de marzo de 1880 cuando de manera explícita apareció por primera vez una fotografía en un periódico. La exclusiva se debe al Daily Graphic de Nueva York.
A partir de 1887, la invención del flash permitió que la calidad de las fotografías mejorase en ambientes pobres de luz. En 1921 se inventó el telefoto, un mecanismo que lograba transportar imágenes a través del teléfono, pero uno de los mayores logros en Fotografía se debe al nacimiento de la cámara Leica en 1925 y al primer foco de flash descubierto entre 1927 y 1930. Ambos inventos supusieron un enorme desarrollo en Fotoperiodismo, que junto con la Agencia Magnum contribuyeron a una concepción de la imagen visual como elemento configurador de opiniones y expresiones.

2.- Fotografía como medio para la interpretación
A finales del siglo XIX y principios del XX la fotografía se tomó como una nueva forma de expresión. Gracias a los nuevos enfoques y tomas, los fotógrafos de esta época intentaron captar momentos simples o cotidianos para dotarlos de un sentido más profundo. Así muchos artistas decidieron emplear la imagen para mostrar realidades amplias a través de conceptos reducidos como lo son las fotografías.
Jacques-Henri Lartigue (1894-1986) fue uno de los pioneros en fotografía, mostró sus primeros intereses en la materia en 1902, aunque su imagen más famosa fue tomada en 1912 durante el Gran Premio del Automóvil Club de Francia. Sin embargo las instantáneas tal y como las conocemos hoy todavía no existían, Lartigue, apenas un chaval, manejaba un mecanismo formado por frágiles placas de cristal, cámaras pesadas, lentes lentas además de un dificultoso proceso de revelado que en muchas ocasiones distorsionaba la imagen.

Una de las primeras fotografías de Lartigue durante el Gran Premio de Francia
Atrás no se quedan Henri Cartier-Bresson (1908-2004) y Robert Doisneau (1912-1995), dos fotógrafos que van de la mano en su obra. De forma paralela enseñan las realidades de una misma moneda, es decir, la París de principio de siglo. Tanto Cartier-Bresson como Doisneau emplearon la ciudad para dotar de escenario a sus protagonistas, transeúntes, parejas enamoradas, nuevas tendencias, momentos peculiares... Doisneau se lleva la fama con la fotografía tomada frente al Ayuntamiento de la capital francesa. “Beso frente al Hôtel de Ville”, de 1950, es en la actualidad uno de los iconos más reconocidos en Fotografía.
Por su parte, Cartier-Bresson es, si cabe el término, un tanto más vanguardista que su colega. Emplea la cámara para plasmar los nuevos movimientos que entraban en Europa. La homosexualidad está presente en algunas de sus capturas. Temas de variopinta índole social se ven reflejados en las imágenes de uno de los fotógrafos que marcó una tendencia casi sin darse cuenta. Un autor que plasmaba escenas costumbristas llenas de fuerza y encanto como la “Pequeña Mélanie” o aquella en la que sale una mujer de entrada edad leyendo Le Figaro que mira desdeñosa a su compañera de café, una joven liberal con el periódico Le Monde entre sus piernas.
Para Cartier-Bresson su fotografía no deja de ser un medio para un fin y como él mismo afirma: “El aparato fotográfico es para mi un cuaderno de croquis, el instrumento de la intuición y de la espontaneidad, el maestro del instante que, en términos visuales, cuestiona y decide al mismo tiempo. Para significar el mundo, es preciso sentirse implicado con lo que se recorta a través del visor. Esta actitud exige concentración, sensibilidad, un sentido de la geometría. Es a través de una economía de medios y sobre todo el olvido de uno mismo como se llega a la simplicidad de la expresión” .
Otro grande de la época de auge del Fotoperiodismo fue W. Eugene Smith. Nacido en 1918 en Wichita, Kansas. Tomó el primer contacto con la Fotografía doce años después, y en el 1935 se convierte oficialmente en fotógrafo de prensa a tiempo parcial para el Wichita Eagle y el Wichita Bacon. Fue un autor consagrado al Fotoperiodismo durante toda su carrera. Preocupado por la imagen y sentido de la misma, intentó dotar de dimensión a sus fotografías durante toda su trayectoria laboral en los distintos periódicos y revistas entre la que resalta su colaboración para Life (39) tanto en artículos y como corresponsal en la guerra del Pacífico del Sur en 1944. Apenas tiene algunas capturas artísticas como “El velatorio”, de 1950, dónde expresa emociones amargas y naturales como la muerte de un familiar. Diez años más tarde se decide a impartir clases de Fotoperiodismo y en el 69 se incorpora a la New School for Social Research, de Nueva York. Fallece en 1978 en Tucson. Una de las fotografías más valoradas fue tomada en 1955, en Carolina del Sur durante una congregación de miembros del Ku Klux Klan, vestidos con sus peculiares atuendos.

El velatorio, de W. Eugene Smith
De la misma tendencia que los anteriores está André Friedmann, más conocido como Robert Capa (1913-1954). Desde 1930 trabaja como fotógrafo. Sus capturas son más de reflejo social como la guerra civil española en la típica “Muerte de un soldado republicano” de la que se cuestiona su veracidad. Para Capa el impacto en el espectador es lo importante, busca provocar un efecto, la fotografía como centro de la acción. El célebre fotógrafo murió en 1954 durante la guerra de Vietnam en un accidente mortal en Thai-Binh.
En cuanto a fotógrafos de ámbito, dos personas son destacables entre otros muchos. El gallego Ramón Caamaño (1908-1989), que a través de su cámara (primero una caja con disparador y luego una West-Pocket) inmortalizó momentos ocurridos por toda la Costa de la Muerte. Retratos, fotografía de entierros, familias y en definitiva, actos cotidianos como faenas de pesca y maestras de la costura quedaron para siempre en un archivo que se conserva en una villa gallega del ayuntamiento de Muxía, perteneciente a la provincia de La Coruña. Más conocido internacionalmente es Martín Chambi (1891-1973), un peruano que desde 1900 trabaja en la mina de Santo Domingo en Carabaya, lo que le permite conocer las deplorables condiciones laborales. Después de ocho años de duro trabajo se muda a Arequipa dónde aprende fotografía con Max T. y en 1917 expone por vez primera sus trabajos. Chambi se centra sobre todo en un paisaje conocido y cercano. En sus imágenes aparecen también personas de su entorno y cultura, como un indio que toca la flauta junto a su llama, una escalera o indígenas con el traje folclórico. Es un autor que quiere plasmar su realidad social, el contexto de un Perú pobre pero con gentes ricas en personalidad y espíritu.

Autorretrato de Ramón Caamaño
La fotografía de vanguardia viene de la mano de Man Ray (1890-1976) y Herbert Bayer (1900-1985). El primero empleaba la fotografía como un medio para el arte. Man Ray descubrió el enorme papel de transmisión y se aprovechó para establecer imágenes bidimesionales como “El violón”, “Lágrimas de vidrio” o “La plancha”. Bayer le dio un toque más surrealista a la fotografía, con un sentido de impacto. Empleaba el fotomontaje para dar vida a imágenes soñadas, como lo hace en “Autrorretrato” en la que aparece el propio autor con un trozo de brazo en la mano a modo de estatua de piedra.

Le violon, de Man Ray
Tanto para los clásicos como para los que decidieron innovar, la fotografía en esta época se empleó fundamentalmente como un medio de transmisión directa de una realidad social, cultural e histórica. Son imágenes dotadas de un sentido último, pretenden crear movimiento en los receptores, llamarlos a la acción, mostrar por medio de distintas capturas un reflejo de la realidad cambiante pero estática en Fotografía. Las imágenes como medio para la interpretación son el paso previo y fundamental del fotoperiodismo actual. Estos autores son, en definitiva, precursores de imágenes e ideas.
3.- Fotografía como medio de denuncia
Íntimamente relacionado con la fotografía costumbrista se encuentra la de denuncia. Los fotógrafos pretenden acercar a través de sus imágenes las distintas realidades, y no sólo enseñar las caras de felicidad o alegría. También se muestran perspicaces cuando apuestan por el cambio. Alfred Stieglitz (1864-1946) fue un norteamericano que popularizó las vanguardias europeas en Nueva York. Numerosas exposiciones organizadas por él mismo que acercaron trabajos de Matisse, Rodin, Picasso, Picavia y Severini entre otros, junto con la apertura de la Photo-Secession, supusieron una nueva concepción de la fotografía en la América de principio de siglo. Stieglitz, sin embargo, no rechazaba las formas tradicionales, y así lo plasma en “Tercera clase”. En esta fotografía aparece una muestra de desconcierto ante la situación por parte del artista. Intentó transmitir las condiciones en las que viajaba en barco la clase popular. De forma sencilla, aparecen en el escenario personas con gestos torcidos, caras desganadas con ropas sucias y viejas. Los personajes de la imagen se muestran tranquilos, resignados ante una situación inevitable.
¿Presos de sus destinos?
Dorothea Lange (1895-1965) parece estar de acuerdo con ésta última pregunta. Junto con el escritor y reportero John Steinbeck, se lanza a documentar con sus fotografías las deplorables formas de vida de todas aquellas personas norteamericanas que no se beneficiaron del New Deal del entonces gobierno de Roosevelt. Con la denuncia como telón de fondo, la artista retrata las miserias de los temporeros, que atormentados por las malas condiciones del tiempo y la cosecha, están condenados a vivir en la pobreza, con hijos enfermos y sin apenas víveres. Una de las fotografías más famosas de Lange es la “Madre trabajadora”, tomada en 1936, en Nipomo, California. Muestra un rostro afectado por la situación, las arrugas en una frente joven para esos rasgos son la forma más directa de mensaje.

Madre preocupada en Nipomo, California
Sin salir del continente norteamericano, está Walker Evans (1903-1975) que con su fotografía “Bud Fields y su familia”, tomada en Hale Country en el estado de Alabama, enseña una vez más rostros atormentados por la pobreza. Caras tristes y pacientes vuelven a ser retratadas. Contra todo pronóstico, el Gobierno tomó parte ante la situación en la que el mundo rural estaba viviendo y comenzó a ayudar a todas esas familias perjudicadas. Los descendientes de la fotografía tomada por Evans viven y no les resulta del todo agradable recordar las condiciones en las que tuvieron que desenvolverse sus antepasados a pesar de salir un poco de la miseria.
Otro norteamericano que tuvo una enorme influencia en la fotografía de denuncia de aquel entonces fue el neoyorkino Paul Strand (1890-1973). Este inquieto artista no se ciñó sólo a las miserias que asolaban su país, sino que recorrió cinco naciones en busca de más trabajos. Así pues se desplazó a Francia, las islas Hébridas escocesas, Ghana, Egipto e Italia, dónde tomó una de las imágenes más peculiares: “La familia”, en Luzzara. Es esta imagen aparecen de forma simple y casi ordenada los componentes de una familia: cinco hermanos y una madre. A pesar de la cercanía física entre ellos, parece haber una distancia espiritual. En la fotografía aparecen marcadas a través de los gestos, las personalidades de cada uno de los personajes.
Italiana pero que emigró a México para desarrollar algunos trabajos de fotografía es la aspirante a actriz Tina Modotti (1896-1942). Buscaba la verdad a través de los gestos más cotidianos y de proximidad a la vida. “Me interesa la fotografía honesta”, declaraba mientras trabajaba para la revista Mexican Folkways. Se dedicó a documentar la revolución de trabajadores mineros en México durante el 1929 lo que le costó su deportación un año más tarde por agitadora política. Nueve años más tarde regresa a lo que ella considera como su segunda patria, a su querido México, hasta su muerte.
En Holanda también existen intereses por la fotografía de denuncia de la mano de Ed van der Elsken (1925-1990). Este amsterdense viajó por todo el mundo para comprender las realidades sociales y políticas, y una de las más representativas aparece retratada en una fotografía tomada en Durban, Sudáfrica, en 1959. En esta imagen se ve un banco en primer plano en el que cuatro señoras de unos 70 años cada una están sentadas y charlan animadamente mientras contemplan el mar. En la parte de atrás del banco aparece detallada la explicación de que las cuatro amigas escogieran ese asiento. En un letrero blanco con letras negras se lee la frase “Europeans Blankes”. No es ni casualidad ni broma. Es un fotografía que pretendió plasmar un momento histórico y político. No se trata de una agresión a la condición de las señoras, sino a una situación social en la que se encontraba la Sudáfrica de aquel entonces.

European Blaks de Ed Van der Elksen
Con una mirada más puesta en la actualidad, la fotografía de denuncia cumple su papel con fotógrafos como Adrian Fisk, Jeff Mitchell y Daniel Silva Yoshisato. El primero de ellos, británico aunque de origen australiano hizo la mayoría de sus trabajos en India, dónde considera que está una gran parte de su corazón. Allí capturó imágenes del paso de un tsunami que azotó la mayor parte del sur de India en 2004. Lo que el fotógrafo pretendió mostrar era la desilusión que existía después del desastre en una zona alegre, habitada por el bullicio. Una de sus fotografías muestra una casa derruida en la que aparecían cuidadosamente dibujados jarrones de distintos colores en las paredes. Fisk explica la sensación de soledad que existía en el lugar una vez ocurrido todo: “Aparecieron los cuervos como heraldos de la muerte mientras el mar parecía tranquilo e inocente”.
En la misma ciudad, en Nagapattinam, captura instantes en los que los pueblerinos se acercaban a los escombros para ver lo que podía salvarse y una mujer con las manos vacías en señal de ayuda. Otros trabajos en el mismo país, concretamente en Gwalior, muestran otra cara de la realidad que se vivía en India: una chica de apenas diecinueve años tiene la cara cortada por culpa de un marido al que le atacan los celos y la codicia. En el Templo de Baliji, también en la India, Fisk nos presenta a una familia antes y después de vender sus melenas. Occidente reclama pelucas y el negocio de cabellos es un gran potencial para los que no tienen cómo ganarse la vida.
Daniel Silva Yoshisato, peruano nacido en Lima, se centra en su país. Más que fotografía de denuncia, este artista se ciñe a mostrar al mundo las costumbres de una nación sin ganas de innovación, cambio y, a la par, de grandes contrastes. Mientras que en Lima la riqueza hace gala en los edificios de sus calles, en los pueblos más recónditos como Churubamba, todavía se juega al fútbol en chanclas, y lo practican un numeroso grupo de indígenas vestidas con trajes coloridos y tradicionales. Sin embargo, una de las imágenes que lo lanzó a la fama fue una tomada en Ayacucho, también Perú, en el año 2002 durante un acto organizado por la Comisión de la Verdad, en el que las tumbas de 62 ciudadanos las transportan las gentes del pueblo por las calles en señal de respeto y honor a los difuntos. La banda terrorista Sendero Luminoso fue la culpable de todos los asesinatos efectuados durante la década de 1980 y 1990.
Jeff Mitchell, británico como Fisk, no fue a la universidad ni aprendió fotografía a través de cursos. Tanto su padre como su hermano fueron los que se encargaron de la formación del joven ganador de “Young Photographer of the Year”, en 1996, y muchos premios posteriores como algunos otorgados por la marca Fujifilm o el “World Press Photo Awards” en Ámsterdam en el año 2001. Casi todas sus capturas fueron realizadas en Escocia, una de las más llamativas fue tomada en Glasgow. Tres personas kurdo iraníes que habían solicitado un permiso de asilo iban a ser deportadas, y como repulsa se cosieron los labios. Mitchell asegura que “la desesperación necesaria para dejarse morir de hambre y hacer algo tan drástico como coserse la boca expresa con cuánta vehemencia estaba en contra de regresar a su país. Quería que le fotografiara, y en cuanto saqué la foto supe que serviría”.

Fotografía de Tina Modotti en la que sale una indígena mexicana
Las imágenes son algo más que momentos de la realidad, son instantes de acciones y comportamientos. Los fotógrafos buscan provocar la respuesta en el receptor, y que las capturas pasen a ser portavoces de aquellos que no tienen cómo hacerse escuchar. La fotografía como denuncia supuso un enorme avance en la apertura de sucesos que pasaban en lugares remotos del mundo. Occidente comenzó a hacerse cargo de las acciones, a veces fortuitas (como los desastres naturales), otras provocadas. Este nuevo género que nació en verdad desde que existe la fotografía, es el precedente del fotoperiodismo actual, de la cobertura de conflictos.
4.- Fotografía y periodismo como cobertura de conflictos
Una visual de los últimos quince años permite observar que las fotografías referentes al periodismo en esta época tan sólo muestran conflictos y guerras. Las imágenes costumbristas pasan a ser un estereotipo y archivo del pasado. Fotografías de momentos rutinarios pero llenos de encanto se asocian a los retratos de Doisneau, Arnold Newman o Brassaï y el Fotoperiodismo queda relegado a una captura de imágenes violentas o llenas de sentido trágico.
Este género sin embargo va mucho más allá. Es un conglomerado de significados, es una imagen, un medio para la denuncia y un medio para la acción. Desde la guerra civil española en el 1936, David Seymour (1911-1956) toma las primeras imágenes del conflicto. “Ataque con granadas” fue una de las primeras fotografías que informó en directo sobre la muerte en el campo de batalla. Es una imagen de carácter testimonial y solemne. La fuerza de los personajes ayuda al emisor a meterse en la fotografía y a pensar sobre la situación.
Larry Burrows (1926-1971) fue el conocido fotógrafo que inmortalizó los terribles momentos de la Guerra de Vietnam durante la segunda mitad de la década de 1960. “Zona desmilitarizada” muestra en primer plano a un marine estadounidense que dirige a su pelotón por la llamada DMZ, la línea divisoria entre Vietnam del Norte y Vietnam del Sur. Una de las imágenes más impactantes es en la que se aprecia a James C. Farley, el jefe de artilleros del escuadrón de helicópteros, con una metralleta atascada mientras que el capitán del aparato, James E. Magel, yace mortalmente herido. Está hecha en blanco y negro y tan sólo la fuerza con la que el jefe abre la boca, permite oír el grito desgarrador de Farley. Es una transmisión directa de impotencia y angustia de la que el receptor de hace cargo.

Larry Burrows retrata a soldados y a la fotoperiodista, Catherine LeRoy, durante la guerra de Vietnam
Fotografía del capitán James C. Farley sosteniendo a su amigo y piloto James E. Marley, herido mortalmente
Sebastiao Salgado, brasileño nacido en 1944 en Aimores, dedica gran parte de su trabajo a fotografiar la injusticia en su país. “Pelea entre un minero de Serra Pelada y un policía”, tomada en 1986, refleja la controversia de los mineros frente a su gremio y las autoridades. Las deplorables condiciones de trabajo obligan a los operarios a manifestarse cada cierto tiempo para cambiar la situación, sin embargo el Estado no se hacía cargo.
En Cachemira también había injusticia y problemas. Para contarlo estuvo Ami Vitale, una norteamericana nacida en 1971, ganadora del “World Press Photo” en 2003 y 2005. Cubrió el conflicto en Cachemira en el año 2004 aunque su fotoperiodismo también enseña una cara alegre dentro del desastre de la guerra. Una imagen tomada en Akhnoor muestra a cuatro niñas mojadas por el agua de camión, y cómo son capaces de sonreír esos rostros a pesar de su situación. Al otro lado, en Badgam, también se vivía en la incertidumbre. Una instantánea en marzo, capturó el momento de una madre besando a su hija por la muerte de cinco fallecidos en un ataque. En el mismo mes y en la misma ciudad Vitale se acercó a una concentración de personas que esperaba a que el ejército indio les llevase los cadáveres de las cinco personas muertas durante el ataque de granadas. Vitale retrata sobre todo a la mujer india y a su condición como tal en un país carente de libertades femeninas. Sus fotografías van desde niñas a señoras, todas ellas dotadas de dignidad y fuerza en las que el personaje sale ensalzado inconscientemente.

Fotografía de Ami Vitale
El conflicto más cercano es el de la guerra de Irak. Karim Ben Khelifa estuvo presente y fotografió los momentos duros. Este fotoperiodista afirma que es necesario estar cerca de los protagonistas, sentirse parte de ellos y aceptar su forma de vida, por eso nunca utiliza objetivos largos. Una de las imágenes más significativas es quizá una tomada en Kufa, Irak, en 2004. Aparecen en la fotografía las cabezas de dos mujeres atrapadas en sus velos negros y como fondo hasta tres autobuses. En el primero de ellos, los dibujos de unos ojos de mujer, todos en línea. La imagen transmite una sensación de vigilancia constante. Tiene en su repertorio muchas fotografías de fallecidos de guerra o ciudades entre escombros. Para Ben Khelifa su fotografía significa “representar una gran diferencia, captar una situación con el respeto que se merece, y transmitirla en otra dirección donde pueda ser comprendida”.
Algunos autores también consideraron la fotografía para acercar entornos de pobreza como es el caso de Tim Hall, Walter Astrada o Martin Munkàcsi entre otros. Ian Teh comprendió que su cámara, sin embargo, era la testigo de una situación cambiante en la China desde la muerte de Mao Tse Tung. Ron Haviv estuvo presente en Bosnia durante la separación de la antigua Yugoslavia y Chris Hondros optó por enseñar al mundo la cara más amarga del conflicto en Monrovia, Liberia, en el año 2003.
El fotoperiodismo es el gran mural donde se enseña la cara más amarga, la que muchos nos negamos a ver o escuchar. En el mundo actual tan sólo un 10% de la población total vive en condiciones normales y de bienestar por eso es importante recapacitar a través de las imágenes. Ver el mensaje y actuar. La fuerza de las imágenes determina las futuras concepciones que de ellas se tenga. Y eso sólo está primero, en la mano del fotoperiodista y luego, en la conciencia de quien la recibe. Pensar es lo que nos queda.
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